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Crítica TV: JUSTIFIED – LA LEY DE RAYLAN, Primera Temporada

JUSTIFIED (LA LEY DE RAYLAN, FX, Serie, Primera Temporada de 13 Capítulos con Timothy Olyphant, Walton Goggins, Nick Searcy, Joelle Carter, Natalie Zea, Erica Tazel, Jacob Pitts, William Ragsdale, Raymond J. Barry, David Meunier. Creada por Graham Yost.)

Tras un espectacular tiroteo el marshall Raylan Givens es trasladado de la oficina de Miami a la de Kentucky, su estado natal. Allí Raylan se reencontrará con viejos rostros del pasado, como su ex-mujer Winona; Ava, la chica que siempre le persiguió y Boyd, su mejor amigo. Pero desde que partió las cosas han cambiado mucho en el lugar. Winona se casó con un agente inmobiliario, Ava disparó a su esposo porque la pegaba y Boyd se ha unido a un grupo supremacista que comete las mayores atrocidades. Con Raylan en la ciudad todo se complicará aún más.

Que Justified comience con un duelo al sol es toda una declaración de intenciones. La serie es un western al uso, con sus damiselas en peligro, sus mujeres fatales, sus tipos duros, sus criminales sin escrúpulos y su antihéroe anacrónico. Con su sombrero, sus botas y su pistola siempre a punto, Raylan Givens parece haberse exiliado de una película de Peckimpah, Leone o Ford y haber terminado, muy a su pesar, en pleno siglo XXI donde, por supuesto, es un tipo incomprendido. Dispararle a alguien en el vientre por ser un canalla, partirle la cara a unos tipos por ofender a una dama ausente o dialogar amablemente en pleno tiroteo no está al uso, pero eso no parece preocuparle demasiado al marshall Givens. En torno a su peculiar, reconocible y, con el paso de los capítulos, apreciada figura, se sujeta una de las pequeñas sorpresas de esta temporada.

Justified no es una serie grandiosa ni desde luego es el gran bombazo que buscaba FX para sustituir a The Shield. Es, como Sons of Anarchy, un show con un comienzo interesante aunque algo tibio que va ganando en consistencia y atractivo conforme avanza la temporada. En la cadena, ya se sabe, todo avanza lento pero seguro y es más que probable que tanto esta Justified como los citados Hijos de la Anarquía terminen alcanzando altísimas cotas de calidad en breve. Por ahora Justified se concentra en ofrecer un cuidado entretenimiento plagado de diálogos brillantes, personajes sólidos y una gran variedad en sus guiones para acompañar a una trama general en principio un tanto difusa pero que, sobre todo en el tramo final de la temporada, ha ido ganando en importancia. Se nota que el creador de las novelas en las que se basa la serie, Elmore Leonard, está detrás de los guiones, cuidando, protegiendo y mismando a sus personajes y elaborando su historia con mano de hierro.

Para completar las buenas vibraciones que deja la serie, esta cuenta con un reparto elegido con absoluta sabiduría. Timothy Olyphant no es un gran actor pero a base de instinto logra dotar a su marshall de un innegable carisma, tal vez porque encaja a la perfección en ese papel, a medio camino entre el caballero del sur, el pistolero implacable y el hombre de a pie realmente cabreado, y no necesita excesivos esfuerzos para convencer al espectador de su trabajo. Otro caso diametralmente opuesto pero igualmente efectivo es el de Walton Goggins. El ex- de The Shield logra una interpretación impresionante a base de un trabajo meticuloso, llegando a convertir a su Boyd en uno de los grandes villanos de la televisión y, sin embargo, un actor como Olyphant, de tal vez menos talento, logra mantener el tipo sin demasiados problemas cuando le toca compartir escena con un crecido Goggins. También se encarga de robárselas al dúo protagonista la siempre bellísima y efectiva Natalie Zea, que hace en demasiadas ocasiones sombra a Joelle Carter, la protagonista femenina del show metida de lleno en su rol de andante tragedia sureña.

Justified es por tanto una serie completa, con variedad en sus capítulos de relleno y creciente interés en su historia principal que retrata en cierto modo, y a través de las aventuras de un intrigante personaje y de quienes le rodean, el sur más profundo sin caer en el tópico ni en la exageración. Una historia de héroes y canallas al más puro estilo far west.

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Crítica TV: THE PACIFIC (EL PACÍFICO)

THE PACIFIC (EL PACÍFICO, HBO, Miniserie con James Badge Dale, Jon Seda, Joe Mazzello, Ashton Holmes, Jon Bernthal, Joshua Biton, Tom Budge, Josh Helman, Henry Nixon, Keith Nobbs, Jacob Pitts, William Sadler. Creada por Steven Spielberg, Tom Hanks, Gary Goetzman.)

En una acción sin precedentes el Imperio de Japón ataca por sorpresa la flota norteamericana atracada en la base naval de Pearl Harbor. En ese mismo momento los Estados Unidos entran en la Segunda Guerra Mundial, declarando la guerra a las potencias del Eje y sus aliados. Mientras unidades de paracaidistas, el ejército y los rangers combaten en África y Europa, el elitista cuerpo de marines recibe la misión de derrotar a las expertas tropas niponas en el escenario bélico conocido como el Pacífico. Ante la necesidad militar del país, miles jóvenes estadounidenses deciden abandonar sus hogares para enrolarse en el cuerpo, sin saber que al otro lado del océano encontrarán un auténtico infierno del que muchos no volverán.

Aunque la historia parezca olvidarlo, las guerras no las luchan naciones ni líderes, sino hombres corrientes cuyo sacrificio anónimo es a menudo olvidado. Intentando rendir tributo a esos héroes desconocidos nació Hermanos de Sangre, serie memorable dentro de la historia televisiva de la que ahora, nueve años después, El Pacífico recoge el testigo. Máxima expectación y niveles de exigencia extraordinarios se encontraba el show antes de mostrarse a un público muy riguroso, después de vivir una experiencia única ante la pantalla con su sublime predecesora. De la serie sólo se esperaba la excelencia, y rendir por debajo de este baremo se traduciría en una antológica decepción. El Pacífico, sin embargo, no es Hermanos de Sangre ya que, pese a compartir temática, creadores y modus operandi, esta nueva serie se despega en muchos aspectos de su hermana mayor. Resulta en cualquier caso llamativo que una de las series con mayor presupuesto de la historia del medio, con nombres legendarios dentro de su equipo y con un buen número de espectadores seducidos de antemano, haya sido desde su nacimiento víctima de las comparaciones. Puede ser, tal vez, porque una gran parte de su público entienda a El Pacífico como una parte dentro de un todo, y no como un producto independiente. O simplemente puede ser que el paso del tiempo haya logrado mitificar a Hermanos de Sangre y situarla en el Olimpo cuando ambas son de similar calidad. El caso es que pese a lo mucho que las une, también hay mucho que las separa.

Mientras que Hermanos de Sangre apostaba por la amistad, el coraje y  la épica, El Pacífico lo hace por el drama, el sacrificio y el romance. La nueva miniserie de HBO es una producción superlativa, con inmejorables efectos especiales, una fotografía extraordinaria, un elenco notable, un exquisito acompañamiento musical, unos guiones sólidos y una dirección a la altura de las circunstancias. El nivel técnico es excelente pero eso no la convierte en una serie perfecta. El Pacífico se toma su tiempo en arrancar, se pierde a menudo en demasiadas introducciones y alcanza los puntos álgidos de cada capítulo demasiado tarde. Cuesta del mismo modo encariñarse con sus personajes, amar su ritmo pausado y apreciar algunos episodios carentes por completo de la más mínima contienda bélica. En ocasiones cae en el melodrama y sus intenciones de conmover resultan a menudo fallidas, demasiado cercanas a la intrascendencia y tal vez prescindibles dentro del conjunto de la trama.

Sorprende también que una serie mastodóntica sepa pausarse y ser intimista, elaborando con el paso de los capítulos un retrato cada vez más sólido de sus tres protagonistas. El soldado Robert Leckie se muestra como un intelectual decepcionado, el sargento John Basilone como un hombre destrozado por su propio heroísmo y el soldado Eugene Sledge como un joven cuya inocencia ha sido destruída día a día y cuya humanidad cada vez está más cerca del abismo. El Pacífico crece a cada minuto tal vez porque a través de junglas, pantanos y ruinas; cadáveres, amputaciones y muertes, empezamos a comprender a esos tipos vulgares. A esos mismos hombres a los que la serie, muy poco complaciente, muestra como uniformes decrépitos, sanguinarios y carroñeros que no combaten por banderas o ideales sino por la vaga esperanza de sobrevivir al horror. Si en el cine bélico es habitual que el nexo que une a los soldados sea el compañerismo, aquí es el terror, ya que nadie puede comprender la experiencia de una guerra tan atroz sin haber estado en ella. Sólo a través de una obra plena en verosimilitud como esta, podemos empezar a intuir el enorme sacrificio individual que debió realizar cada participante en esta contienda. Este, el de mostrarnos las experiencias de esa gente es sin duda uno de los máximos objetivos de El Pacífico. El otro es mostrar toda la crudeza de la guerra para representarla como un elemento aterrador, horrible, dantesco, desprendiéndolo de toda gloria, cometido y lógica.

Puede por tanto, que El Pacífico no sea la serie pluscuamperfecta que se esperaba, que no sea una narración atractiva y complaciente, que exija más a sus espectadores de lo esperado y que, tal vez, no cumpla con las expectativas. Pero la serie de HBO es un auténtico referente dentro de la ficción catódica, una obra imprescindible y que, pese a no ser inmaculada, sí es lo mejor que puede ofrecer actualmente la televisión.  

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